Por Bernardita Rosales
Tengo pocas certezas en esta vida, mas hay dos que me convocan a escribir esta columna. La primera; las dictaduras jamás han sido fuente fiable de información; tal cual es el caso de Venezuela. La segunda, es que el Tren de Aragua lleva al menos 7 años operando en Chile y ha conseguido acabar con la vida, bienestar y dignidad de cientos de personas a través de violentos crímenes previamente inusitados en nuestro país.
Ya que dato mata relato, son difícilmente creíbles las declaraciones del Canciller venezolano Yván Gil, que se atrevió a decir que el Tren de Aragua sería “una ficción mediática internacional". Una frase, a lo menos, conveniente en tanto el régimen de Maduro está siendo señalado por los medios y la fiscalía chilena, de complotar contra el ex-militar disidente Ronald Ojeda. En medio de una toma en Maipú, el refugiado político fue torturado y asesinado en manos de, quién más, el sádico Tren de Aragua bajo aparente instrucción gubernamental venezolana.
Ya que dato mata relato, son difícilmente creíbles las declaraciones del Canciller venezolano Yván Gil, que se atrevió a decir que el Tren de Aragua sería “una ficción mediática internacional".
El gobierno chileno ha resuelto responder a estas aseveraciones asegurando que es un insulto para las víctimas directas e indirectas negar el flagelo de la violencia de la banda originada en una cárcel de Tocorón. Tohá no se atrevería a decirlo, pero yo tengo menos que perder: el principal producto de exportación actual de Venezuela es la violencia, y hoy Chile teme y sufre por las secuelas de una dictadura socialista y personalista allá en el país caribeño.
El viernes el mismo Canciller de Venezuela se desdijo, muy confiable, como es lo usual, y prometió al Estado chileno ayudar en la búsqueda y detención de los responsables del crimen del Teniente Ojeda. Como si el gobierno chavista no tuviese relación alguna con el grupo criminal, Gil aseguró que el Tren de Aragua existe, pero ellos ya lo erradicaron en su país, y Venezuela será el paladín de la justicia en Latinoamérica, ayudando al resto a acabar con él. Los resultados están por verse, pero las probabilidades están en contra.
Tohá no se atrevería a decirlo, pero yo tengo menos que perder: el principal producto de exportación actual de Venezuela es la violencia.
Algunos quieren borrar la historia que los acusa de ser la cuna de la violencia que acecha a Latinoamérica en estos momentos, sin embargo, escalar un hecho comprobado a un conflicto diplomático internacional, denota una vez más el descaro del régimen de Maduro a la hora de proteger su tan deteriorada imagen antes el resto de las naciones. Y, esta vez, no va a funcionar, porque el Tren de Aragua está creciendo en Chile, aquí y ahora, y Latinoamérica completa lo sabe. Quizás, lo peor está todavía por venir.
Bernardita Rosales
Licenciada en Ciencias Sociales UC
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